“En La lujuria de Satán nos encontramos ante personajes neuróticos que fantasean con dar rienda suelta a sus pasiones y con figuras perversas sin ninguna restricción en su actuar, poseídas por el mismo demonio” dijo Oswaldo Buendía Galicia durante la presentación del primer libro de cuentos de Armando Mixcoac Chora (1983).
“Se trata de una colección de trece cuentos cortos (publicada por Ediciones Periféricas) que puede causar urticaria en más de un lector o lectora, ya que aborda asaltos, homofobia, pedofilia, feminicidio, violación, trata de personas, infidelidad, pornografía e impotencia sexual con tal detalle que podría sospecharse de apología de la violencia. Pero somos lectores un poco más avezados e identificaremos que los hechos violentos son exagerados en ocasiones a tal magnitud que los volverá irrisorios, increíbles, como para recordarnos que todo es ficción y no el interior de un diario de circulación nacional”, agregó.
El autor de Adicción a ver muertos hizo referencia a dos de las “estructuras de personalidad” que, de acuerdo a la psicología freudiana, ayudarían a comprender de mejor manera este volumen de cuentos: “¿Cómo nos volvemos neuróticos o perversos? Tiene que ver con bastantes problemas en la infancia. Es decir, si tuvimos una infancia jodida (afectivamente hablando) nos volveremos neuróticos. Si de plano nos cargó la chingada en eso del amor y los límites y crecimos solos como arbustos, pues ya se la saben: perversos. Hay un ejemplo sobre lo anterior que al yuxtaponerlo al libro de Armando Mixcoac cobra bastante relevancia. Tomemos el constructo demonio (que bien podría ser Satán). Para el neurótico el demonio simboliza la pelea con sus padres, con el jefe de su oficina o trabajo, con sus compañeros, con su esposa, simboliza su falta de dinero, de satisfacción personal y sexual; en fin, el demonio es simbolismo de situaciones que vivió en su infancia, proyecciones del pasado que ahora en ocasiones imagina eliminar. Para el perverso el demonio es él, sin más. Ya lo decía Freud: el neurótico fantasea con aquello que el perverso, sin más, actúa.
“Es así como en La lujuria de Satán nos encontramos ante personajes neuróticos que fantasean con dar rienda suelta a sus pasiones y con figuras perversas sin ninguna restricción en su actuar, poseídas por el mismo demonio. El mal se revela como un ciclo del que parece no tenemos escapatoria y que tiene su origen en un mal anterior, como una serpiente que traga su cola, como un uróboros macabro. Aunque el tema que, desde mi punto de vista, subyace en los relatos de Armando Mixcoac es el de la ‘paradoja de la libertad’. Mientras en esta ciudad hay neuróticos que fantasean con la libertad que imaginan tienen los perversos, estos se encuentran cautivos de sus pasiones. Así es. Todos somos presos: de nuestra imaginación, de nuestros vicios, de la violencia, de nuestros deseos, de la incredulidad… Lo siento, en esta obra no hay lugar para la esperanza”, concluyó.
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