Nómada de infancia, provinciano ahora por convicción, siempre he sido un sujeto de las periferias. Siempre el chico nuevo en las escuelas; y en el oficio escritural también. Ser escritor es ser disidente por elección, observador del rebaño, testigo de acontecimientos que luego uno trastoca con la imaginación: cautivado por algún “accidente” de la cotidianidad, doy seguimiento mental a posibles desenlaces, creando realidades paralelas que finalmente subliman —o no—, a la nadería de la que las imaginerías surgieron y que, como rumiante sonámbulo, voy mascando mientras camino rumbo a la tienda por un yogurt o lo que sea.
Pero escribir, como bien se sabe, no sólo es tripearse: bajar al papel o a la pantalla aquel relato imaginado, además de la técnica, gramática, disciplina y todo aquello que la academia repite como letanía, también responde a un impulso que parece ser ajeno a nosotros mismos. Como nacidos por un estigma misterioso que nos empuja a compartir lo imaginado. Y siempre habrá lectores, es un hecho que hay que celebrar. Lectores de todo tipo y en todos lados, hambrientos de una historia que los saque del centro, por decirlo de una manera.
Así el escritor, nace y se hace, según yo. Abrazando esa naturaleza narrativa y tomando distancia del mundo para escupir lo ya bien masticado. Como dicen por ahí, escribir es parecido a masturbarse: se necesita soledad e imaginación. Y esto puede suceder en donde sea, aunque bien es sabido que la gran maquinaria editorial radica en el centro, en la capital, en el núcleo administrativo de este enorme país, cuyos talentos brotan como agaves por todas partes, bajo los climas más inclementes, en cimas aparentemente infranqueables o en los camellones de las grandes urbes. Pero ello no importa en el oficio, o no debería importar, pues la ficción sucede en la mente y no en la geografía.
Lo que sí es de celebrar es la intención de este sello editorial, que ha decidido salir a las periferias en busca de estos agaves, para, siguiendo la analogía, destilarlos y hacer un buen mezcal, desdibujando el mapa de la tradición literaria. La apuesta vaticina buenos resultados, pues lejos del centro, donde las fronteras crecen, habrá siempre tierras de conquista, y lo novedoso estará siempre en las periferias.