Premonitoria a la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, Infectados, novela de Felipe Ríos Baeza (Santiago de Chile, 1981) adelanta la posibilidad de “una pandemia más mediática que real”.
“Durante una cena con amigos, en 2016, recordábamos la contingencia y las medidas que el gobierno tomó cuando en 2009 cayó sobre nosotros la influenza AH1N1. Debido a que esas medidas no hicieron sino aumentar la incertidumbre y el miedo, siempre pensé que ahí había un marco de referencia para una novela”, explicó el autor a Juan De Dios Maya, para la revista digital El Camaleón.
En Infectados (Ediciones Periféricas, 2021) la pandemia sirve como fachada en un relato sobre un académico que, en el encierro de cuarentena, rememora sus tiempos de universitario, cuando consideraba que “la esencia de la literatura se podía descubrir a través de la academia”. Será a través de la relación que establece con su profesor y objeto de estudio, el escritor Virgilio Mondragón, lo que le permita obtener una actitud “más que reverencial al ejercicio literario”. Infectados conlleva una sátira al mundo académico y una crítica a la literatura chilena post-Bolaño.
“Infectados es una novela fuertemente paródica, lo que se evidencia en sus dos líneas narrativas principales: los efectos de una pandemia, construida mediáticamente, y los avatares tragicómicos de cualquier academia latinoamericana. En ese sentido, podría ser un cruce entre Camus y Nabokov, si es que ambos decidieran dejar de tomarse tan en serio y decidieran describir un ‘Apocalipsis Z'”, refiere el autor con ironía.
La obra de Ríos Baeza se caracteriza por una velada nostalgia, tanto en su primera novela, Clowns (2015), como en Infectados, por el poder de la ficción en la realidad.
Para Ríos Baeza la idea de “modelo de mundo” estuvo muy presente durante el proceso creativo, por tanto, Infectados aborda una visión del mundo a través de un personaje que “aprende, abruptamente, que los conocimientos científicos y académicos valen poco a la hora de que la realidad imite a la ficción. Es decir, si la realidad es una percepción colectiva, dirigida y consensuada, entonces sus principales focos de manipulación ideológica, que son los medios de comunicación y la parsimonia de los aburridos procesos universitarios (como hacer una tesis de grado) necesariamente debían estar satirizados en la novela.
Y esta sátira responde también a una desmitificación. “En el magnífico libro que Houellebecq escribe sobre Lovecraft, hay una verdad tremenda, una certeza que es casi imposible de desmentir cuando uno se dedica a este oficio: Ofrecer una alternativa a la vida en todas sus facetas, constituir una oposición permanente, un recurso permanente a la vida: tal es la misión más elevada del poeta en esta tierra”, cita.
“Hace dos siglos que no puede pensarse la literatura si no es como reverso de la vida, ya nunca como su imitación. Las circunstancias particulares, digamos, “reales” (a falta de mejor nombre), están ahí para ser versionadas mejor, o universalizadas, por la literatura. De modo que, incluso sin voluntad desmitificadora, con el hecho mismo de construir un texto literario todo escritor ya niega, o se burla, del efecto de los discursos que tan absurdamente se ha creído en la realidad. En Infectados hay una intención consciente, por el tema mismo de la novela, de desmitificar todos los discursos de consagración de la academia, así como la burda narrativa de la televisión al tocar temas tan controversiales como la pandemia. Sin embargo, en mis libros anteriores ocurre el proceso contrario: el de mitificar discursos (relaciones afectivas, bandas de rock que fueron fuegos fatuos, la vejez de mis padres, los procesos creativos), que de otro modo solo hubiesen sido satoris para mí, pero que, ya en el papel, se comparten para otros”, concluye.